24/4/08

Transportarse

Sonó el timbre. Se sabe que en las juntadas de departamentos, es ley que el último que llega, tiene que bajar a abrir al próximo. Juan sabía que le tocaba a él, pero no hizo movimiento alguno. Tenía la extraña sensación de que esa noche algo iba a salir mal. Y no quería realizar ninguna acción. Sólo permanecer, de manera de no tentar al destino a cometer ningún imprevisto.
Pero todas las manos lo señalaron. Sabía que era inminente el reclamo, y además justo. Tomó las llaves y dijo –es muy probable que me vaya a demorar algo más de lo previsto, sé que algo está por pasar, y es muy extraño tener la certeza de que va a ser ahora mismo-.
Llegó a la puerta del ascensor. Notó que el botón para llamarlo se encendió antes de que lo pudiera presionar, y en tres segundos tenía el ascensor en frente. La segunda puerta de rejas, estaba abierta. Normalmente, no debería estarlo. Dudaba si subirse o no. Es lo que le había tocado, éste era el momento. -Utilizar las escaleras podría ser peor- se dijo.
Una vez adentro, cerró las dos puertas y presionó el cero. El ascensor comenzó a moverse lentamente, como un tren que va tomando velocidad. Miraba los número que pasaban dibujados en los entre pisos. Pero luego del cero no hubo más puertas, ni números. Aunque seguía bajando cada vez más rápido.
La tierra que veía pasar se empezaba a poner más oscura, hasta que al cabo de unos minutos, se mantuvo en un negro constante. Juan estaba en shock, no podía gritar ni pedir ayuda. Se acurrucó en un rincón, porque el frío que estaba haciendo era insoportable. Se apretaba a sí mismo tan fuerte, que sentía dolor, cansancio. En media hora la temperatura había bajado muchísimo. Debe haber sido por el agotamiento y todo lo que había tomado que terminó dormido. Dormido mientras viajaba a una velocidad imposible de calcular.
Cuando despertó, estaba todo transpirado. La ropa mojada se había pegado a su cuerpo, y las rejas de la puerta no se podían tocar, estaban hirviendo. La tierra de afuera ya no era más negra, era colorada. El calor agobiaba, y Juan se sentía tan débil que no pudo ni pararse. Tenía sed, mucha. Quería estrujar su remera empapada y beber de su propia transpiración. Pero no pudo hacerlo. La velocidad con la que viajaba el ascensor era increíble, y moverse le resultaba muy difícil. Pasaron apenas unos minutos hasta que se descompensó, en el mismo rincón, sin moverse.
Esta vez el sueño fue más largo. Hasta tuvo pesadillas. Juan parecía un cadáver, su aspecto era espantoso. Llegó a soñar que el ascensor se detenía, y que él no podía despertarse, y los que lo encontraban lo daban por muerto. Él no podía gritar que estaba vivo. Quería hacerlo, pero estaba muy débil, no podía hablar ni moverse.
El ascensor comenzó a perder velocidad, de a poco. Juan abrió sus ojos con mucho esfuerzo, y pudo ver que la tierra era negra nuevamente. Se agarró de una de las barandas laterales y logró ponerse de pie. Todo indicaba que estaba por detenerse, se podían ver restos de cemento entre la tierra y la velocidad ya era casi cero. Se miró en el espejo, -Si no fuera a mí al que miro, diría que estoy muerto-. Detrás de su reflejo, pudo ver que comenzaba a aparecer una puerta. Cuando giró para verla de frente, el ascensor se detuvo. Escuchaba voces afuera, pero era imposible descifrar lo que decían. Con las pocas fuerzas que le quedaban, abrió la reja. La segunda puerta fue abierta desde afuera.
Había como diez personas esperando. Todos tenían los ojos achinados, eran orientales. Y lo miraban fijamente. Supuso que era por su aspecto. Hubo un silencio eterno, no sabía que decir, estaba cansado y no podía pensar. Hizo un paso al frente, quería salir de ese ascensor lo antes posible. Tomó aire y muy lentamente dijo:
-Perdón. Sé que una vez me enseñaron a decir “hola” en japonés, pero la verdad es que no puedo recordarlo. Sepan disculparme, pero tengo cierto apuro. Mi amigo hace rato debe estar esperando que le abra la puerta-. Recuperó las llaves de su bolsillo, y cuando estaba por atravesar el palier, se volvió rápidamente. –Disculpen, si llegan a ir al otro lado del planeta; ¿podrían decirle a los del 12 “A” que estamos bien? ¿Cómo? Claro, si si, no hablan español. Entiendo, entiendo-. Se despidió haciendo un gesto de maestro de Kung Fu y le abrió la puerta a su amigo. –Pasá loco, estamos tomando algo arriba.

6 semillas:

bola dijo...

Buena historia... si se te ocurrio a vos, imagino en el estado de volades que se te ocurrio... jeje... porque no pones historias copadas asi? en vez de quejarte de todo!!! jejeje....

Saludos chelo, y espero que te inspires mas seguido asi todos nos sentamos a tu alrededor a oir tus colgadas aventuras...

L! dijo...

CHABONNNNNNNNNNNNNNNNN QUE LIMADOOOOO!!!!.... muy copadaaaa... pero me daria miedito bajar en ascensor! :P besos nene!

Porteñita Secreta dijo...

Muy bueno!!
Estaría bueno tener un ascensor así... Aunque sé que moriríamos calcinados :P

Lo más cerca que estamos a eso es el trasborador espacial que están construyendo en la estratósfera... el futuro se está acercando demasiado rápido.

Chelo dijo...

Bola, alguien me dijo que cuando bajaba loco en ascensor, el viaje se hacía tan largo que tenía miedo de aparecer en china. De ahí vino la historia.

L! a mí no me dan miedo, siempre y cuando tengan un espejo bien grande, no sé por qué.

Porteñita, creo que el problema es precisamente ese, el futuro se aproxima demasiado rápido. Gracias por pasarte.

Anónimo dijo...

Manuca dijo:

viaje en ascensor que es mas barato!!!!....

ya te imaginaras el inicio del fin de las aerolinias privadas....

¿habra un ascensor amarillo?
en ese estaria bueno darse una vuelta a ningun lado....

saludos loco

Chelo dijo...

Manucaaaa! Un ascensor taxi digamos? Gracias por pasar loco, un abrazo.